jueves, 7 de noviembre de 2013

Pasos del ciclo urbano del agua que cumple oaxaca.
Podemos rastrear ese cambio reciente de actitud social en los Valles Centrales de Oaxaca, de nuevo asociado a la generalización del agua entubada y el drenaje. Para los años ochenta ya se hablaba “de la ciudad sedienta” y “la ciudad sin agua” y empezó a insistirse en  proyectos de trasvase de cuencas, en particular para traer agua de la cuenca del río Grande, en la Sierra Juárez, y del llamado Tajo de Nochixtlán. De esa misma época proviene la idea de traer agua de Paso Ancho, en la Sierra Sur. Todo esto no obstante que por esas fechas el agua potable disponible por habitante debía rondar los 300 litros diarios. El mito de la escasez ha estado desde entonces plenamente instalado y los tecnócratas, periódicamente, se encargan de alimentar con él sus sueños de nuevos megaproyectos de trasvases. Se soslayaba entonces, como ahora, que el problema principal no era tanto de falta de agua, sino de desperdicio e ineficiencia del servicio: casi la cuarta parte de las colonias carecían de agua potable y el suministro en donde sí la había era malo por dificultades de la red como diseño, falta de presión, fugas, escaso mantenimiento. Creo que es pertinente aquí atender la sugerencia de Iván Illich de observar a las instituciones modernas desde una perspectiva de siglos y ver cómo ha sido la relación entre el agua y la gente en los Valles Centrales a través de la historia.
Los detalles finos de este modelo en los Valles Centrales están aún por construirse, los estudios serios son escasos y están desperdigados, pero es muy importante mantener esta visión dinámica y de cuenca al momento de decidir sobre medidas técnicas y políticas en torno al agua. Podemos aquí adelantar una conclusión: es indispensable la elaboración concertada de un modelo hidrológico para los Valles Centrales. Tenemos que saber cuánta agua llueve, cuánta se evapora o se filtra, por dónde escurre, cuánto tiempo pasa en cada fase, etc.
Sólo con carácter ilustrativo queremos dar una idea, así sea muy tosca, de esto: en las cuencas altas de los ríos Atoyac y Salado que se muestran en la figura 1 llueve anualmente algo así como mil 600 millones de metros cúbicos, de los que casi la mitad se evaporan. Si repartiéramos lo que queda entre todos los habitantes, le tocaría a cada uno alrededor de cuatro mil litros diarios, 25 veces los requerimientos de agua de los que hablamos más arriba. De ningún modo queremos decir que es ésta la disponibilidad real de agua potable, pero si deja claro que la tan llevada y traída falta de agua es un asunto muy relativo. Lo que es patente es que las fuentes superficiales y subterráneas someras de agua están siendo sobreexplotadas, o puesto de otra manera: tenemos bastante agua en términos globales pero hemos abusado de la que hay en una parte específica de su ciclo, las aguas subterráneas de poca profundidad.
Con respecto al ciclo hidrológico también necesitamos conocer la rapidez del paso del agua por sus distintas fases, y sus cualidades. No es igual el agua de lluvia que la que sacamos de un pozo profundo; no es lo mismo el agua que corre rápidamente luego de un aguacero sobre la tierra desnuda que la que baja lentamente por una cañada cubierta de vegetación. Es decir, nos interesa la calidad tanto como la cantidad y nos referimos tanto a los aspectos físicos-químicos y bacteriológicos del agua como a lo que podemos llamar su calidad ecológica.

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