Pasos del ciclo urbano del agua que cumple oaxaca.
Podemos rastrear ese cambio reciente de
actitud social en los Valles Centrales de Oaxaca, de nuevo asociado a la
generalización del agua entubada y el drenaje. Para los años ochenta ya
se hablaba “de la ciudad sedienta” y “la ciudad sin agua” y empezó a
insistirse en proyectos de trasvase de cuencas, en particular para
traer agua de la cuenca del río Grande, en la Sierra Juárez, y del
llamado Tajo de Nochixtlán. De esa misma época proviene la idea de traer
agua de Paso Ancho, en la Sierra Sur.
Todo esto no obstante que por esas fechas el agua potable disponible
por habitante debía rondar los 300 litros diarios. El mito de la escasez
ha estado desde entonces plenamente instalado y los tecnócratas,
periódicamente, se encargan de alimentar con él sus sueños de nuevos
megaproyectos de trasvases. Se soslayaba entonces, como ahora, que el
problema principal no era tanto de falta de agua, sino de desperdicio e
ineficiencia del servicio: casi la cuarta parte de las colonias carecían
de agua potable y el suministro en donde sí la había era malo por
dificultades de la red como diseño, falta de presión, fugas, escaso
mantenimiento. Creo que es pertinente aquí atender la sugerencia de Iván
Illich de observar a las instituciones modernas desde una perspectiva
de siglos y ver cómo ha sido la relación entre el agua y la gente en los
Valles Centrales a través de la historia.
Los detalles finos de este modelo en los
Valles Centrales están aún por construirse, los estudios serios son
escasos y están desperdigados, pero es muy importante mantener esta
visión dinámica y de cuenca al momento de decidir sobre medidas técnicas
y políticas en torno al agua. Podemos aquí adelantar una conclusión: es indispensable la elaboración concertada de un modelo hidrológico para los Valles Centrales. Tenemos que saber cuánta agua llueve, cuánta se evapora o se filtra, por dónde escurre, cuánto tiempo pasa en cada fase, etc.
Sólo con carácter ilustrativo queremos
dar una idea, así sea muy tosca, de esto: en las cuencas altas de los
ríos Atoyac y Salado que se muestran en la figura 1 llueve anualmente
algo así como mil 600 millones de metros cúbicos, de los que casi la
mitad se evaporan. Si repartiéramos lo que queda entre todos los
habitantes, le tocaría a cada uno alrededor de cuatro mil litros
diarios, 25 veces los requerimientos de agua de los que hablamos más
arriba. De ningún modo queremos decir que es ésta la disponibilidad real
de agua potable, pero si deja claro que la tan llevada y traída falta
de agua es un asunto muy relativo. Lo que es patente es que las fuentes
superficiales y subterráneas someras de agua están siendo
sobreexplotadas, o puesto de otra manera: tenemos bastante agua en
términos globales pero hemos abusado de la que hay en una parte
específica de su ciclo, las aguas subterráneas de poca profundidad.
Con respecto al ciclo hidrológico
también necesitamos conocer la rapidez del paso del agua por sus
distintas fases, y sus cualidades. No es igual el agua de lluvia que la
que sacamos de un pozo profundo; no es lo mismo el agua que corre
rápidamente luego de un aguacero sobre la tierra desnuda que la que baja
lentamente por una cañada cubierta de vegetación. Es decir, nos
interesa la calidad tanto como la cantidad y nos referimos tanto a los
aspectos físicos-químicos y bacteriológicos del agua como a lo que
podemos llamar su calidad ecológica.
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